martes, 30 de agosto de 2011

Padre José Kentenich (parte III)

Cuando en 1941 la Gestapo llegó a arrestar al Padre Kentenich, él se preparaba para realizar un retiro con unos 150 sacerdotes, por lo que el oficial a cargo, para evitar un escándalo, sólo lo dejó citado. Seis días más tarde concurrió a la “cita”, sabiendo qué era lo que le esperaba: estuvo 4 semanas encerrado en una mazmorra, en la oscuridad y durmiendo en el suelo. Ese tiempo lo pasó alentando a los demás detenidos y orando, por lo que posteriormente afirmó “por fin tuve vacaciones. Durante muchos años pasé hablándole a los hombres de Dios, ahora tuve un buen tiempo para hablarle a Dios de los hombres”. Sin embargo su estadía en este y otros recintos de detención no le impidieron su contacto con la Familia, a quienes escribía constantemente. 

Cuando finalmente se decidió su traslado al campo de concentración de Dachau, la Familia logró que el médico que evaluaba el estado de salud de los presos lo declarara “no apto” para un campo de concentración, siempre que el Padre lo pidiera. Pero él respondió “yo no haré nada para contrariar la voluntad de Dios. Si debo ir a Dachau, iré”. Fue así como el 20 de enero de 1942 es destinado al campo de concentración en el sur de Alemania, ante lo que él declaró “¡gustoso pago este precio de rescate y cualquier otro que Dios desee y exija, con tal que nuestra Familia sea santa y fecunda hasta el fin de los tiempos!”. 

Schönstatt aparecía como un gran obstáculo para el nacionalsocialismo, una razón más para que el Padre Fundador tuviese que enfrentar experiencias límites de torturas, crueldad psicológica, hambre, frío y degradación, pensadas para quebrar a los prisioneros de Dachau, mas no lograron aquel efecto en él, sino que, al contrario, desarrolló como nunca su fuerza interior, su espiritualidad, su fecundidad y apostolado, tanto con quienes vivían con él como hacia afuera, a través de los muchos escritos que logró deslizar hacia el exterior. De aquel tiempo data “Hacia el Padre”, el principal texto espiritual schönstattiano, escrito en verso para despistar a la Gestapo. Además, en julio de 1942, aún en prisión, fundó el Instituto de los Hermanos de María y el Instituto de la Obra Familiar, mientras acompañaba presos católicos, comunistas, ateos y protestantes, que veían en él una figura de protección y esperanza. Logró la conversión de muchos no creyentes y con elementos mínimos celebraba Misa casi a diario. 

Finalmente en 1945, sólo días después de que las tropas estadounidenses ocuparan Schönstatt, el Padre Kentenich es liberado el campo de concentración, aproximadamente un mes antes de que la guerra terminara para Alemania. Luego de esta experiencia el unión entre la Familia de Schönstatt y el Padre José se transformó en un vínculo indisoluble, como el de un verdadero padre con sus hijos. 

En el plazo de un año y medio fundó el Instituto de Padres Diocesanos de Schönstatt y el de Nuestra Señora de Schönstatt. Además, la necesidad de llevar su mensaje a todo el mundo lo hizo viajar extraordinariamente entre 1947 y 1951. En este período se desplazó por toda Alemania, Brasil, Uruguay, Argentina y Chile, donde en 1949 bendice el Santuario de Bellavista. Posteriormente visitó parte África y enseguida viaja a Estados Unidos, para retornar a Sudamérica, siempre dedicado, no sólo a fundar nuevas comunidades para transmitir el mensaje de la Alianza de Amor con María, sino también manteniendo el contacto con todas las comunidades religiosas que encuentra para conocer sus realidades sociales, sus historias y problemas. 

Pero los problemas no han quedado en el pasado: la jerarquía de la Iglesia Alemana no comprendía ni aceptaba el desarrollo del Movimiento, por lo que se decide llevar a cabo un estudio, desarrollado por el Obispo de Tréveris. En él, luego de entrevistarse con el Padre Fundador y miembros de la Familia, se emite un informe positivo, pero que deja constancia de algunos “detalles” que el Obispo consideraba debían mejorarse, los que el Padre Kentenich identifica como elementos esenciales de la estructura de Schönstatt, y vitales en la relación del Fundador con los miembros de la Familia. 

El 31 de Mayo de 1949 el Padre envía una carta dirigida al Obispo de Tréveris desde Bellavista, en la que le indica que el pensar orgánico hace del hombre una unidad frente a Dios, es decir, no se puede dividir la vida cristiana en etapas mecánicamente separadas, donde en un lado se encuentra la relación con los hombres y en otro el amor a Dios. Agrega “vemos cómo el Occidente camina a la ruina y creemos que estamos llamados desde aquí a realizar un trabajo de salvataje, de construcción y de edificación”. Esta actitud no es aceptada y en 1951 el Santo Oficio ordena una Visitación Apostólica a cargo del sacerdote jesuita Sebastian Tromp, quien le propone que renuncie y se separe de su Obra. 

Al rechazar tal opción, el Santo Oficio, sin acusación formal ni precisa en su contra, lo destituye de su cargo de Director General y Jefe del Movimiento y el 22 de Octubre de 1951 el Padre Kentenich, de 66 años de edad, es desterrado de Alemania y enviado a Milwaukee (EE.UU.). Él decide acatar absolutamente la orden y la obedece de inmediato, aunque en su corazón esté totalmente en contra de una medida tan injusta e inadecuada.

domingo, 28 de agosto de 2011

Padre José Kentenich (parte II)

En septiembre de 1914 inició la Primera Guerra Mundial, por lo que muchos de los jóvenes a quienes el Padre José guiaba espiritualmente tendrían que enrolarse en el ejército para defender a su Patria. El Padre veía con preocupación que ya no podría ayudarlos a formarse personalmente y se preguntaba qué podría hacer para que aquel espíritu que había nacido en la Congregación Mariana no se perdiera en ambiente duro, agnóstico y amoral del ejército y la guerra, que sin duda destruiría los ideales y la fe de los jóvenes. Él confía plenamente en María para lograr su comunión con Cristo y su fecundidad apostólica, por lo que debería asumir en forma aun más directa el cuidado y educación de los jóvenes congregantes.

Entonces busca signos de Dios que le indiquen el modo de canalizar adecuadamente una respuesta. Además de la Guerra, dos signos de la Divina Providencia marcaron su reflexión: el primero fue que recibieran permiso para reunirse en la pequeña capilla de San Miguel, al que se une que cayera en sus manos un artículo aparecido en un diario donde se relataba cómo habla surgido el santuario mariano de Pompeya. El abogado italiano Bartolo Longo, impresionado por la corrupción moral de esa ciudad, invitó a otras personas a erigir un santuario a la Virgen del Rosario, comprometiéndose a rezar esta oración y a crear obras de beneficencia para los más desposeídos. Se relataba, además, cómo de allí surgió un movimiento de renovación no sólo para la ciudad de Pompeya, sino para el mundo entero. Le parece que Dios le hablaba claro por las circunstancias, él también debía arriesgarse a pedir a la Santísima Virgen que se establezca espiritualmente en la pequeña capilla de la congregación y que instale en ese lugar su Trono de Gracia, para desde allí atraer los corazones jóvenes, los transforme y utilice como instrumentos en sus manos para iniciar, desde ese lugar, un nuevo movimiento de renovación.


El 18 de octubre de ese año propuso a los jóvenes su “secreta idea predilecta”: los invitó a pedir que la Virgen se estableciera espiritualmente en ese lugar. Ellos debían atraerla con las pruebas de su amor, con el esfuerzo por su autoeducación y por desarrollar el espíritu apostólico. La presencia de María debía ser avalada por una santidad en la vida diaria, por una vida heroica de seguimiento al Señor y su voluntad; ellos debían ofrecer a María “abundantes contribuciones al Capital de Gracias”. Así hicieron un pacto de amor con María por el que ella debía mostrarse como Madre y educadora para que cada uno alcanzara “el mayor grado posible de perfección y santidad, según su estado”, y para que atrajera hasta allí a muchos corazones jóvenes, los cobijara en su corazón maternal, los transformara en Cristo Jesús y los enviara como apóstoles a trabajar fecundamente en la renovación del mundo. Ellos, a cambio, le ofrecerían el esfuerzo de cada uno en su propia santificación por medio del “fiel y fidelísimo cumplimiento del deber y una intensa vida de oración”. Esto haría “suave violencia” sobre el corazón de María para que ella se estableciera espiritualmente en la capillita convirtiéndola en un lugar de peregrinación. Ese Capital de Gracias sería la prueba de que tomaban en serio su propósito y que estaban decididos a cumplir su parte en la Alianza.



De aquellos jóvenes algunos regresarían de la guerra y otros no, sin embargo en la adversidad María permitió que ellos contagiaran a sus compañeros de armas con las ideas y el espíritu que había germinado en Schönstatt, para extender su Alianza a otros corazones. En 1919, terminada la guerra, nace oficialmente el Movimiento de Schönstatt con aquellos congregantes que retornaron y los nuevos miembros conquistados, que sumaban unos 40 muchachos de entre 17 y 18 años, dispuestos a hacer vida el sueño del Padre Kentenich. Ese año se lo releva del cargo de Director Espiritual del Seminario, para que se haga cargo del naciente Movimiento de Schönstatt, al que sólo un año después ingresan las primeras mujeres, para en 1926 fundar el Instituto de las Hermanas de María. Este hito fue muy importante para el Padre Fundador en su ideal de paternidad, ya que su experiencia pastoral había sido dedicada casi exclusivamente a hombres, pero ahora constataba que el alma femenina es instintivamente filial y el complemento de este extraordinario grupo de mujeres le brindaba en calidez, cercanía y acogimiento, transformando al movimiento en una verdadera familia.


Al comenzar el período de “entreguerras”, Alemania pasa por momentos muy difíciles con una economía destruida. En este tiempo el Padre comienza a predicar, tratando de iluminar el sentido de lo que pasa y habla del hombre nuevo y la nueva comunidad, que el hombre se eduque a sí mismo y sea sólido interiormente para poder componer una comunidad unida y solidaria. Señala que la iglesia adolece del mismo problema. Sin embargo ello produce las primeras asperezas con algunas autoridades de la Iglesia, que sentían que este movimiento era demasiado crítico y se permitía suscribir “contratos” con la Virgen y con Dios para obtener gracias especiales.

Hacia inicios de los años ’30 aparece una figura que promete salvar al pueblo alemán de la decadencia: Adolfo Hitler. Él promete rescatar la dignidad del pueblo y la construcción de una patria nueva, a lo que todos responden con gran entusiasmo, excepto el Padre Kentenich, que vislumbra que en ese camino hay una distorsión y un engaño, por lo que empieza a predicar en su contra. En un momento el Obispo de Colonia llama al Padre José y le pregunta “¿no cree Ud. que el nacionalsocialismo puede ser bautizado?”, a lo que él responde “realmente no veo dónde se le podría dejar caer el agua bautismal”. Más tarde diría, de modo profético, “de este vendaval sólo quedarán los que tienen su corazón anclado en Dios y se sienten sus hijos pequeños”. Todos nos podemos imaginar lo que pasaría una vez que el Partido Nazi llegara al poder en 1933.

En Abril de 1939, 5 meses antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, es requisada la Casa de Estudios de Schönstatt para ser utilizada como escuela para profesores nazistas; la imagen de la Santísima Virgen en su frontis es tapada con una bandera. Nace ahí el canto del Himno de la Familia “Los tuyos no se hundirán…”. Aquel año también hacen prisionero al primer sacerdote schönstattiano y sólo dos años después le correspondería asumir ese destino al Padre Fundador.

sábado, 20 de agosto de 2011

Padre José Kentenich (parte I)


José Kentenich es conocido hoy como nuestro Padre Fundador, aquél que ese 18 de octubre de 1914 se reunió en un momento difícil con un grupo de jóvenes en la pequeña capilla del Seminario de los Padres Palotinos en Alemania para hacer una Alianza de Amor con María. Pero ¿cómo llegó  desde su humilde origen a este hito, y luego de su muerte a que se inicie un proceso para ser llevado a los Altares?

Su madre Katharina, muy devota de María, era la menor de 8 hermanos en una familia sin grandes recursos, por lo que a los 18 años va a trabajar a la granja Heuser, a unos 12 Km. de distancia de su casa paterna. Ahí conoce a Matthias Köp, el administrador de la granja, quien era 22 años mayor que ella y es conocido como un hombre piadoso, correcto y honorable, aunque siempre se mantiene un poco apartado de la vida del pueblo.

A los 22 años de edad Katharina se da cuenta de que está embarazada y deja la granja para irse donde una de sus hermanas y luego a la casa sus padres en Gymnich, donde el 16 de noviembre de 1885 nace Peter Joseph Kentenich. Katharina y Matthias nunca se casaron, sin que hasta el día de hoy conozcamos una razón; hay quienes dicen que la diferencia de edad habría sido un impedimento, otros que fueron trabas de las familias. Sin embargo sabemos que Joseph sí conoció a su padre y lo visitaba en compañía de su madre cada cierto tiempo.

©www.paterkentenich.de
De niño, José vivió junto a su madre en Estrasburgo y en la casa de sus abuelos, hasta que a los 8 años su madre debió buscar un trabajo fijo en Colonia para poder mantenerlo, por lo que tuvo que internarlo en el orfelinato San Vicente de Oberhausen, ya que ahí existía la posibilidad de darle una mejor educación escolar. El día de su ingreso al instituto, antes de despedirse, ella se dirige a María ante una estatua y le confía y consagra a su hijo, para que sea en el futuro su madre y cuide de él, lo que marca hondamente al pequeño José e influirá en su futura vida como sacerdote y fundador.

Cuando, 3 años más tarde, José recibe la Primera Comunión, le cuenta a su madre su deseo de convertirse en sacerdote. Ella lo insta a rezar mucho, mientras se asesora sobre lo más conveniente para el futuro de su hijo, principalmente siguiendo el consejo de su confesor y creador del orfelinato, padre August Savels. Así es como en 1899 es conducido al Seminario Menor de los Padres Palotinos en Ehrenbreitstein para concluir sus estudios secundarios y estudiar posteriormente teología y filosofía en Limburgo, donde en 1910 fue ordenado sacerdote a la edad de 24 años. Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, de un sentimiento de soledad interior y de que sólo con Dios podía realmente conversar, quienes lo conocieron se extrañan cuando se les pregunta si era alguien excepcionalmente piadoso, ya que, según ellos era un joven común, que hacía lo que cualquier otro haría.

José tenía una muy arraigada vocación pedagógica, la que comenzó a ejercer con fuerza cuando en 1912 fue nombrado director espiritual del Seminario Menor de los Palotinos en Vallendar, cerca de Coblenza, donde enseñaba alemán y latín. Fue eso lo que le permitió comenzar a compartir con los jóvenes los ideales y la fe que había cultivado durante su infancia y juventud. Mientras llevaba a cabo esta labor reconoció de que la Iglesia se componía desde hacía un tiempo de reglas y tradiciones, sin embargo ya no constituía un vínculo duradero en la vida y el corazón de las personas. Por esta revelación creó junto a algunos estudiantes una “agrupación misionera”, que en abril de 1914 pasaría a llamarse Congregación Mariana, apoyada en los pilares de la Eucaristía y la Misión y cuyo tema central era la renovación de la Fe Católica a través de la contemplación en la vida antes que desde un punto de vista teórico.

Para reunirse pidió autorización de utilizar la antigua capilla del cementerio del medieval monasterio agustino de Schönstatt, la que a lo largo de los siglos había sido destruida, reconstruida, abandonada, e incluso utilizada para guardar herramientas de jardinería. Fue en esa capillita donde del 18 de octubre de 1914 se reunió con los jóvenes de la Congregación Mariana para sellar una Alianza de Amor con la Madre de Dios y traer de regreso y con armonía a la vida cotidiana la Fe Cristiana.