sábado, 22 de octubre de 2011

Cruz de la Unidad

Visible sobre los altares de todos los Santuarios de Schönstatt alrededor el mundo, es uno de los signos característicos del Movimiento. En ella se representa la unidad que Schönstatt proclama: Jesús es inseparable de su madre, así como María lo es de él, y ambos descansan en el Padre, en la Cruz que Él ha determinado en su plan de amor como camino de redención. 

Esta Cruz encuentra su origen durante el período de exilio del Padre Fundador. En 1959, cuando los primeros seminaristas pallotinos chilenos estaban prontos a ordenarse, quisieron hacer un regalo al Cenáculo de Bellavista, que los había visto nacer y crecer en la Fe. Pensaron en un Crucifijo que expresara la imagen de “Cristo Sacerdote”, y surgió la idea de expresar el “Cristo de los Vínculos”, representándolo con la fuerza del Espíritu Santo, su profundo vínculo con el Padre, y a María su madre como colaboradora y compañera permanente de su Misión Redentora de los hombres. Este “Cristo de la Unidad” une el Cielo y la Tierra, y como “Buen Pastor” une a los hombres con Dios y a los hombres entre sí haciéndolos hijos de un mismo Padre. 

La Cruz de la Unidad está llena de simbolismos. En primer lugar, el fondo de la cruz original en rojo representa la sangre de Cristo derramada, fuente del perdón de los pecados y de nuestra unidad con Él. También nos recuerda la presencia del Espíritu Santo en la Crucifixión, y la fuerza y amor que brotan del amor de Cristo y transforman el mundo. 

Luego se reconoce una postura singular de Cristo y María: están vivos y mirándose mutuamente, en un profundo diálogo de madre e hijo. Del costado de Jesús mana la sangre que recoge María con su cáliz. El hecho de que estén vivos no es simbólico solamente, sino que además quiere hacer patente una verdad de fe: Cristo y María, tanto en la Cruz como en la realidad están vivos en cuerpo glorioso. 

Sobre ellos se encuentra el Símbolo u “Ojo del Padre” que irradia todo desde la cúspide de la Cruz; ella, al integrar a la Santísima Trinidad con María, quien recoge la sangre de Jesús para sus hijos adoptivos, es considerada también símbolo del 31 de Mayo. 

Al reverso de la Cruz original se leen 3 frases que expresan nuestros ideales y realidad: “Unum in sanguine” (Unidos en la sangre -de Cristo-), “Tua res agitur” (Tu obra redentora) y “Clarifica te” (Glorifícate -en nuestra pequeñez e impotencia-). Ella fue colocada en el Santuario de Bellavista la Navidad de 1960 por el Padre Humberto Anwandter, acontecimiento que se llamó “Milagro de la Unidad” y que ocurrió exactamente 5 años antes del “Milagro de Nochebuena”, en el que el Padre Kentenich fue autorizado para retornar del exilio a su Obra en Alemania. 

El 16 noviembre 1965, al celebrar en Roma sus 80 años, los hijos de Bellavista le llevaron como presente al Padre la Cruz original, con el deseo de que retornase al Santuario. Sin embargo el Padre, a quien una réplica en madera había acompañado durante casi 5 años en Milwaukee, al recibirla y serle manifestada la intención preguntó “¿es regalo o no es regalo?”. Ante la respuesta afirmativa dijo “regalos son regalos”, y se quedó con ella. 

Sin embargo lo Cruz no permaneció con él mucho tiempo, ya que cerca de un mes después él se la regaló al Instituto Secular Femenino de Stuttgart, para el Santuario que estaba construyendo aquélla comunidad, en gratitud por la fidelidad de vida, a lo que había proclamado desde Bellavista en la “Epístola Perlonga”, y como compromiso-tarea de mantener vivo el espíritu del Movimiento. Por supuesto este gesto causó desconcierto en la Familia de Bellavista, ante lo que el Padre Kentenich, reconociendo el dolor que había causado, explicó a través del Padre Alex Menningen el sentido de su ofrenda. Así nació el Paralelo Bellavista-Stuttgart, que consiste en la unión en la Fe, compromiso y propósito para llevar adelante la “Santa Cruzada” de ser garantía del retorno del Padre Fundador al Santuario Original y al seno de la Iglesia mediante el reconocimiento de su mensaje. 

En reconocimiento al regalo las Señoras de Schönstatt de Stuttgart regalaron al Santuario de Bellavista una hermosa Custodia para exponer el Santísimo Sacramento, y el 19 marzo 1969 les regalaron la primera réplica de la Cruz, que aún permanece ahí. 

En Pentecostés de 1972 el Papa Pablo VI recibió una réplica de parte de la Familia de Stuttgart, en reconocimiento y gratitud por la rehabilitación del Padre Kentenich, y en solidaridad con él como Pastor y Cabeza de la Iglesia. Luego, en 1980 el Papa Juan Pablo II recibió una nueva réplica, al tiempo en que en Bellavista se colocaba una de tamaño monumental para recibir a los peregrinos en conmemoración del 20º aniversario de la colocación de la Cruz original en el Santuario. Ella fue bendecida el día Viernes Santo del año siguiente por el Nuncio Apostólico, Mons. Ángelo Sodano. Hoy la podemos encontrar alrededor del mundo, no sólo en los Santuarios Schönstattianos, sino también en otras comunidades, como la creada por la Madre Teresa de Calcuta, las Hermanas de la Caridad.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Mario Hiriart

Mario Hiriart Pulido nació en Santiago de Chile el 23 de julio de 1931, en medio de la “huelga general de los brazos caídos” contra el gobierno del General Carlos Ibáñez del Campo. Al nacer los médicos encontraron dos tumores, a modo de protuberancias duras, en la nuca y la cintura, los que calificaron como fibromas sin darle mayor importancia, aunque durante su vida tuvo que someterse a varias intervenciones quirúrgicas a causa de ellas. 

Sus padres, Héctor Hiriart Corvalán y Amalia Pulido Correa, habían formado una familia de fuertes principios éticos y de afectuosa armonía, pero no eran especialmente religiosos. Es por eso que sus primeros contactos con Dios los logró gracias a su abuela materna, una tía inválida y su “nana” Teresa, quienes le comunicaron la Fe y le enseñaron a rezar. Luego ingresó al Instituto Alonso de Ercilla, de los Hermanos Maristas, donde realizaría toda su educación escolar para egresar de la enseñanza secundaria en 1947 con excelentes resultados, ya que, a pesar de su débil salud, nunca faltaba a clases; siempre recibía el primer premio en asistencia y puntualidad. En los últimos años de estudio integró un grupo juvenil de Acción Católica, donde comenzó a crecer hacia un catolicismo más activo. 

En 1948 inició sus estudios universitarios en la Escuela de Ingeniería de la Pontificia Universidad Católica de Chile donde, impulsado por el capellán de su colegio, formó con algunos amigos el primer grupo de jóvenes del Movimiento de Schönstatt de Chile, al que llamaron “Los Caballeros del Santo Grial” pensando en la comunidad de caballeros del rey Arturo. El 29 de mayo de 1949 Mario, junto con algunos miembros de su grupo, realizó la Alianza de Amor con María en el Santuario de Schönstatt de Bellavista, oportunidad en la que pudo compartir con el Padre José Kentenich. 

El Padre les explicó la misión espiritual de la cual se sentía portador, sin embargo, como la mayoría de la gente de su época, Mario no alcanzó a comprender cabalmente el alcance de las palabras del Padre Kentenich para el Movimiento. No obstante él fue cautivado por el llamado a ser un santo de la vida diaria, por reinsertar el cristianismo en la cultura y en la propia vida, integrando lo humano y lo divino según el orden querido por Dios. Utilizó todos los medios que el Padre Fundador proponía para facilitar la acción de la Santísima Virgen y la transformación por el Espíritu Santo: pasó de una conciencia ética y racional de Dios hacia la certeza de la relación filial, del orgullo hacia la infancia espiritual, de la apatía y comodidad al sacrificio incondicional de la vida. Convirtió el Santuario de Bellavista en el centro de su vida interior y sus meditaciones en un diálogo fiel y cariñoso con María, quien pasaría a ser su gran amor, junto al Padre Fundador y la Eucaristía. 

Mario se enamoró perdidamente de una amiga, Alicia Peralta; pero al comprender, con dolor, que el matrimonio no era el camino pensado para él decidió seguir el llamado del Señor a ser un santo laico. Se dedicó exclusivamente a servirlo, como un hombre más en medio del mundo, haciendo hasta lo ordinario de forma extraordinaria, como su trabajo en la Corporación de Fomento de la Producción, donde era considerado “uno de los buenos y grandes ingenieros jóvenes de la institución”. Sin embargo en 1957 decidió dejar este trabajo para realizar su tiempo de formación en como Hermano de María de Schönstatt en Brasil. Allá sirvió a jóvenes obreros en una escuela técnica y viajó por Londrina, São Paulo, Porto Alegre, Montevideo, Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, para alentar a jóvenes y matrimonios a decidirse a vivir radicalmente su Fe y comprometerse en la construcción de un ordenamiento cristiano de la sociedad y en el servicio público. 

En 1960 retorna a Chile y comienza a impartir clases en su Alma Mater, la Facultad de Ingeniería de la Universidad Católica. Ahí creó un fondo de libros y apuntes para que los alumnos más necesitados tengan acceso a ellos, pero más se lo recuerda Hiriart se le recuerda por su sonrisa, su gusto por la poesía, la música, el canto y su cultura. Tocaba guitarra y tenía un especial gozo en la contemplación de la naturaleza. Fue para muchos un ejemplo, un maestro y un amigo. 

Pero ese mismo año sufre los primeros síntomas de su enfermedad y es operado de un tumor cerebral. Los médicos le diagnostican un cáncer terminal, por lo que desde ese momento y hasta su muerte, debe someterse a tratamientos de quimioterapia, siendo la última en Milwaukee, Estados Unidos. A pesar de todo Mario sabía que Espíritu Santo lo conduciría a una plenitud de la vida cristiana, según el ideal que él mismo había asumido: ser “como María, Cáliz vivo, Portador de Cristo”. 

En 1964 viaja a Milwaukee, donde el Padre Kentenich le da la extremaunción, y muere el 15 de julio, producto del cáncer. Más tarde el Padre Fundador diría sobre él “ese es el tipo de hombre que queremos encarnar”. Un año después sus restos son llevados de regreso a Chile, donde fueron sepultados detrás del Santuario de Bellavista. En 1994 fue iniciada la causa para su beatificación, y el 21 de abril de 1995 la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos en Roma lo reconoce como Siervo de Dios.

©Fotos Fundación Mario Hiriart (http://www.flickr.com/photos/fundacionmariohiriart/)

lunes, 5 de septiembre de 2011

Padre José Kentenich (parte IV)

Antes de llegar a Milwaukee, el Padre aprovechó de volver a visitar Chile durante su paso por América Latina, donde se reúne con los nacientes grupos de la Juventud Masculina, de cuyos miembros muchos se convertirían posteriormente en sacerdotes de Schönstatt.

Los primeros años en Milwaukee los dedicó en gran parte a escribir, sobre todo tipo de materias: pedagogía, familia, filosofía, historia, educación, psicología, teología, autoridad, etc. Todo lo que produjo durante sus años de exilio, incluyendo la abundantísima correspondencia epistolar desde y hacia Milwaukee, está aún en proceso de clasificación y traducción.


De a poco las familias alemanas católicas que vivían en Milwaukee y sus alrededores comenzaron a acercarse al Padre Kentenich para escuchar sus consejos y ayuda espiritual. La familia Schimmel, una de las primeras que tomaron su guía espiritual, tuvo una experiencia tan enriquecedora que pronto invitó a otros matrimonios; para 1956 ya eran 14 los que se reunían en lo que el Padre Fundador llamaba “Los Lunes por la noche”. El grupo seguiría creciendo hasta 1964 en reuniones que significaron para cientos de matrimonios y para el propio Padre Kentenich una instancia de reflexión y vinculación extraordinarios. Esto dio origen a una publicación que ya va en 25 tomos.


El 22 de Octubre de 1965 el Papa Pablo VI libera al Padre José Kentenich de todas las prohibiciones, sin embargo aún no puede volver a Alemania. Hasta el día de hoy no está claro por qué el Santo Oficio tomé las decisiones de esta forma. Finalmente se produjo lo que la Familia llama el “Milagro de Nochebuena”: el 23 de diciembre de 1965, a los 80 años de edad, se notifica al Padre que puede volver a Alemania, lo que le permite celebrar al día siguiente la Misa de Nochebuena en Schönstatt, en el Santuario original.

Durante los 3 años siguientes la Familia disfrutó de una renovación e incluso una importante refundación. Además el Padre dedicó mucho tiempo a las Hermanas Marianas, que en aquella época sumaban aproximadamente 2.000 en Alemania, con quienes se reunió una por una. Su vida era intensa: predicaba en retiros, preparaba Capítulos Generales para cada Instituto, siguió inaugurando capillas y colegios, e incluso el 20 de mayo de 1966 puso la primera piedra de la Iglesia de la Adoración en el Monte Schönstatt. Gente de todo el mundo “peregrinaba” a la Casa de Formación de Schönstatt para verlo.

También cultivó los lazos hacia el exterior del Movimiento, se comunicó con los obispos alemanes para agradecerles por ocuparse de la Obra en su ausencia y para poner una vez más a Schönstatt a disposición de la Iglesia: “la Obra de Schönstatt no ahorrará energías para ayudar a realizar las grandes tareas de la Iglesia de nuestro tiempo”.

A los 82 años pudo presenciar la consagración de la Iglesia de la Adoración por el Obispo de Tréveris el 9 de junio de 1968, en la que veía un símbolo: era una iglesia que había nacido como fruto de una entrega total y sin reservas a la voluntad y al amor de Dios. Se había construido con un espíritu de Adoración. El domingo 15 de septiembre de ese año, fiesta de los Siete Dolores de la Virgen María, celebró la Eucaristía a las 6:15 de la mañana por primera vez en aquel templo, ayudado por 2 sacerdotes a quienes, una vez que terminó la ceremonia a las 7, invitó para más tarde a almorzar. Luego se apoyó en la mesa de los ornamentos en la sacristía y se quedó en silencio; lentamente se fue desplomando. Lo pusieron en el piso y él puso su mano sobre el corazón. Enseguida murió.

La sacristía de la iglesia fue transformada con el tiempo en la Capilla del Fundador, donde se encuentra su tumba. Su epitafio, escogido por él, refleja su misión de vida: “Dilexit Ecclesiam” (amó a la Iglesia); el 10 de febrero de 1975 se inició en Tréveris el proceso para su beatificación.

martes, 30 de agosto de 2011

Padre José Kentenich (parte III)

Cuando en 1941 la Gestapo llegó a arrestar al Padre Kentenich, él se preparaba para realizar un retiro con unos 150 sacerdotes, por lo que el oficial a cargo, para evitar un escándalo, sólo lo dejó citado. Seis días más tarde concurrió a la “cita”, sabiendo qué era lo que le esperaba: estuvo 4 semanas encerrado en una mazmorra, en la oscuridad y durmiendo en el suelo. Ese tiempo lo pasó alentando a los demás detenidos y orando, por lo que posteriormente afirmó “por fin tuve vacaciones. Durante muchos años pasé hablándole a los hombres de Dios, ahora tuve un buen tiempo para hablarle a Dios de los hombres”. Sin embargo su estadía en este y otros recintos de detención no le impidieron su contacto con la Familia, a quienes escribía constantemente. 

Cuando finalmente se decidió su traslado al campo de concentración de Dachau, la Familia logró que el médico que evaluaba el estado de salud de los presos lo declarara “no apto” para un campo de concentración, siempre que el Padre lo pidiera. Pero él respondió “yo no haré nada para contrariar la voluntad de Dios. Si debo ir a Dachau, iré”. Fue así como el 20 de enero de 1942 es destinado al campo de concentración en el sur de Alemania, ante lo que él declaró “¡gustoso pago este precio de rescate y cualquier otro que Dios desee y exija, con tal que nuestra Familia sea santa y fecunda hasta el fin de los tiempos!”. 

Schönstatt aparecía como un gran obstáculo para el nacionalsocialismo, una razón más para que el Padre Fundador tuviese que enfrentar experiencias límites de torturas, crueldad psicológica, hambre, frío y degradación, pensadas para quebrar a los prisioneros de Dachau, mas no lograron aquel efecto en él, sino que, al contrario, desarrolló como nunca su fuerza interior, su espiritualidad, su fecundidad y apostolado, tanto con quienes vivían con él como hacia afuera, a través de los muchos escritos que logró deslizar hacia el exterior. De aquel tiempo data “Hacia el Padre”, el principal texto espiritual schönstattiano, escrito en verso para despistar a la Gestapo. Además, en julio de 1942, aún en prisión, fundó el Instituto de los Hermanos de María y el Instituto de la Obra Familiar, mientras acompañaba presos católicos, comunistas, ateos y protestantes, que veían en él una figura de protección y esperanza. Logró la conversión de muchos no creyentes y con elementos mínimos celebraba Misa casi a diario. 

Finalmente en 1945, sólo días después de que las tropas estadounidenses ocuparan Schönstatt, el Padre Kentenich es liberado el campo de concentración, aproximadamente un mes antes de que la guerra terminara para Alemania. Luego de esta experiencia el unión entre la Familia de Schönstatt y el Padre José se transformó en un vínculo indisoluble, como el de un verdadero padre con sus hijos. 

En el plazo de un año y medio fundó el Instituto de Padres Diocesanos de Schönstatt y el de Nuestra Señora de Schönstatt. Además, la necesidad de llevar su mensaje a todo el mundo lo hizo viajar extraordinariamente entre 1947 y 1951. En este período se desplazó por toda Alemania, Brasil, Uruguay, Argentina y Chile, donde en 1949 bendice el Santuario de Bellavista. Posteriormente visitó parte África y enseguida viaja a Estados Unidos, para retornar a Sudamérica, siempre dedicado, no sólo a fundar nuevas comunidades para transmitir el mensaje de la Alianza de Amor con María, sino también manteniendo el contacto con todas las comunidades religiosas que encuentra para conocer sus realidades sociales, sus historias y problemas. 

Pero los problemas no han quedado en el pasado: la jerarquía de la Iglesia Alemana no comprendía ni aceptaba el desarrollo del Movimiento, por lo que se decide llevar a cabo un estudio, desarrollado por el Obispo de Tréveris. En él, luego de entrevistarse con el Padre Fundador y miembros de la Familia, se emite un informe positivo, pero que deja constancia de algunos “detalles” que el Obispo consideraba debían mejorarse, los que el Padre Kentenich identifica como elementos esenciales de la estructura de Schönstatt, y vitales en la relación del Fundador con los miembros de la Familia. 

El 31 de Mayo de 1949 el Padre envía una carta dirigida al Obispo de Tréveris desde Bellavista, en la que le indica que el pensar orgánico hace del hombre una unidad frente a Dios, es decir, no se puede dividir la vida cristiana en etapas mecánicamente separadas, donde en un lado se encuentra la relación con los hombres y en otro el amor a Dios. Agrega “vemos cómo el Occidente camina a la ruina y creemos que estamos llamados desde aquí a realizar un trabajo de salvataje, de construcción y de edificación”. Esta actitud no es aceptada y en 1951 el Santo Oficio ordena una Visitación Apostólica a cargo del sacerdote jesuita Sebastian Tromp, quien le propone que renuncie y se separe de su Obra. 

Al rechazar tal opción, el Santo Oficio, sin acusación formal ni precisa en su contra, lo destituye de su cargo de Director General y Jefe del Movimiento y el 22 de Octubre de 1951 el Padre Kentenich, de 66 años de edad, es desterrado de Alemania y enviado a Milwaukee (EE.UU.). Él decide acatar absolutamente la orden y la obedece de inmediato, aunque en su corazón esté totalmente en contra de una medida tan injusta e inadecuada.

domingo, 28 de agosto de 2011

Padre José Kentenich (parte II)

En septiembre de 1914 inició la Primera Guerra Mundial, por lo que muchos de los jóvenes a quienes el Padre José guiaba espiritualmente tendrían que enrolarse en el ejército para defender a su Patria. El Padre veía con preocupación que ya no podría ayudarlos a formarse personalmente y se preguntaba qué podría hacer para que aquel espíritu que había nacido en la Congregación Mariana no se perdiera en ambiente duro, agnóstico y amoral del ejército y la guerra, que sin duda destruiría los ideales y la fe de los jóvenes. Él confía plenamente en María para lograr su comunión con Cristo y su fecundidad apostólica, por lo que debería asumir en forma aun más directa el cuidado y educación de los jóvenes congregantes.

Entonces busca signos de Dios que le indiquen el modo de canalizar adecuadamente una respuesta. Además de la Guerra, dos signos de la Divina Providencia marcaron su reflexión: el primero fue que recibieran permiso para reunirse en la pequeña capilla de San Miguel, al que se une que cayera en sus manos un artículo aparecido en un diario donde se relataba cómo habla surgido el santuario mariano de Pompeya. El abogado italiano Bartolo Longo, impresionado por la corrupción moral de esa ciudad, invitó a otras personas a erigir un santuario a la Virgen del Rosario, comprometiéndose a rezar esta oración y a crear obras de beneficencia para los más desposeídos. Se relataba, además, cómo de allí surgió un movimiento de renovación no sólo para la ciudad de Pompeya, sino para el mundo entero. Le parece que Dios le hablaba claro por las circunstancias, él también debía arriesgarse a pedir a la Santísima Virgen que se establezca espiritualmente en la pequeña capilla de la congregación y que instale en ese lugar su Trono de Gracia, para desde allí atraer los corazones jóvenes, los transforme y utilice como instrumentos en sus manos para iniciar, desde ese lugar, un nuevo movimiento de renovación.


El 18 de octubre de ese año propuso a los jóvenes su “secreta idea predilecta”: los invitó a pedir que la Virgen se estableciera espiritualmente en ese lugar. Ellos debían atraerla con las pruebas de su amor, con el esfuerzo por su autoeducación y por desarrollar el espíritu apostólico. La presencia de María debía ser avalada por una santidad en la vida diaria, por una vida heroica de seguimiento al Señor y su voluntad; ellos debían ofrecer a María “abundantes contribuciones al Capital de Gracias”. Así hicieron un pacto de amor con María por el que ella debía mostrarse como Madre y educadora para que cada uno alcanzara “el mayor grado posible de perfección y santidad, según su estado”, y para que atrajera hasta allí a muchos corazones jóvenes, los cobijara en su corazón maternal, los transformara en Cristo Jesús y los enviara como apóstoles a trabajar fecundamente en la renovación del mundo. Ellos, a cambio, le ofrecerían el esfuerzo de cada uno en su propia santificación por medio del “fiel y fidelísimo cumplimiento del deber y una intensa vida de oración”. Esto haría “suave violencia” sobre el corazón de María para que ella se estableciera espiritualmente en la capillita convirtiéndola en un lugar de peregrinación. Ese Capital de Gracias sería la prueba de que tomaban en serio su propósito y que estaban decididos a cumplir su parte en la Alianza.



De aquellos jóvenes algunos regresarían de la guerra y otros no, sin embargo en la adversidad María permitió que ellos contagiaran a sus compañeros de armas con las ideas y el espíritu que había germinado en Schönstatt, para extender su Alianza a otros corazones. En 1919, terminada la guerra, nace oficialmente el Movimiento de Schönstatt con aquellos congregantes que retornaron y los nuevos miembros conquistados, que sumaban unos 40 muchachos de entre 17 y 18 años, dispuestos a hacer vida el sueño del Padre Kentenich. Ese año se lo releva del cargo de Director Espiritual del Seminario, para que se haga cargo del naciente Movimiento de Schönstatt, al que sólo un año después ingresan las primeras mujeres, para en 1926 fundar el Instituto de las Hermanas de María. Este hito fue muy importante para el Padre Fundador en su ideal de paternidad, ya que su experiencia pastoral había sido dedicada casi exclusivamente a hombres, pero ahora constataba que el alma femenina es instintivamente filial y el complemento de este extraordinario grupo de mujeres le brindaba en calidez, cercanía y acogimiento, transformando al movimiento en una verdadera familia.


Al comenzar el período de “entreguerras”, Alemania pasa por momentos muy difíciles con una economía destruida. En este tiempo el Padre comienza a predicar, tratando de iluminar el sentido de lo que pasa y habla del hombre nuevo y la nueva comunidad, que el hombre se eduque a sí mismo y sea sólido interiormente para poder componer una comunidad unida y solidaria. Señala que la iglesia adolece del mismo problema. Sin embargo ello produce las primeras asperezas con algunas autoridades de la Iglesia, que sentían que este movimiento era demasiado crítico y se permitía suscribir “contratos” con la Virgen y con Dios para obtener gracias especiales.

Hacia inicios de los años ’30 aparece una figura que promete salvar al pueblo alemán de la decadencia: Adolfo Hitler. Él promete rescatar la dignidad del pueblo y la construcción de una patria nueva, a lo que todos responden con gran entusiasmo, excepto el Padre Kentenich, que vislumbra que en ese camino hay una distorsión y un engaño, por lo que empieza a predicar en su contra. En un momento el Obispo de Colonia llama al Padre José y le pregunta “¿no cree Ud. que el nacionalsocialismo puede ser bautizado?”, a lo que él responde “realmente no veo dónde se le podría dejar caer el agua bautismal”. Más tarde diría, de modo profético, “de este vendaval sólo quedarán los que tienen su corazón anclado en Dios y se sienten sus hijos pequeños”. Todos nos podemos imaginar lo que pasaría una vez que el Partido Nazi llegara al poder en 1933.

En Abril de 1939, 5 meses antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, es requisada la Casa de Estudios de Schönstatt para ser utilizada como escuela para profesores nazistas; la imagen de la Santísima Virgen en su frontis es tapada con una bandera. Nace ahí el canto del Himno de la Familia “Los tuyos no se hundirán…”. Aquel año también hacen prisionero al primer sacerdote schönstattiano y sólo dos años después le correspondería asumir ese destino al Padre Fundador.

sábado, 20 de agosto de 2011

Padre José Kentenich (parte I)


José Kentenich es conocido hoy como nuestro Padre Fundador, aquél que ese 18 de octubre de 1914 se reunió en un momento difícil con un grupo de jóvenes en la pequeña capilla del Seminario de los Padres Palotinos en Alemania para hacer una Alianza de Amor con María. Pero ¿cómo llegó  desde su humilde origen a este hito, y luego de su muerte a que se inicie un proceso para ser llevado a los Altares?

Su madre Katharina, muy devota de María, era la menor de 8 hermanos en una familia sin grandes recursos, por lo que a los 18 años va a trabajar a la granja Heuser, a unos 12 Km. de distancia de su casa paterna. Ahí conoce a Matthias Köp, el administrador de la granja, quien era 22 años mayor que ella y es conocido como un hombre piadoso, correcto y honorable, aunque siempre se mantiene un poco apartado de la vida del pueblo.

A los 22 años de edad Katharina se da cuenta de que está embarazada y deja la granja para irse donde una de sus hermanas y luego a la casa sus padres en Gymnich, donde el 16 de noviembre de 1885 nace Peter Joseph Kentenich. Katharina y Matthias nunca se casaron, sin que hasta el día de hoy conozcamos una razón; hay quienes dicen que la diferencia de edad habría sido un impedimento, otros que fueron trabas de las familias. Sin embargo sabemos que Joseph sí conoció a su padre y lo visitaba en compañía de su madre cada cierto tiempo.

©www.paterkentenich.de
De niño, José vivió junto a su madre en Estrasburgo y en la casa de sus abuelos, hasta que a los 8 años su madre debió buscar un trabajo fijo en Colonia para poder mantenerlo, por lo que tuvo que internarlo en el orfelinato San Vicente de Oberhausen, ya que ahí existía la posibilidad de darle una mejor educación escolar. El día de su ingreso al instituto, antes de despedirse, ella se dirige a María ante una estatua y le confía y consagra a su hijo, para que sea en el futuro su madre y cuide de él, lo que marca hondamente al pequeño José e influirá en su futura vida como sacerdote y fundador.

Cuando, 3 años más tarde, José recibe la Primera Comunión, le cuenta a su madre su deseo de convertirse en sacerdote. Ella lo insta a rezar mucho, mientras se asesora sobre lo más conveniente para el futuro de su hijo, principalmente siguiendo el consejo de su confesor y creador del orfelinato, padre August Savels. Así es como en 1899 es conducido al Seminario Menor de los Padres Palotinos en Ehrenbreitstein para concluir sus estudios secundarios y estudiar posteriormente teología y filosofía en Limburgo, donde en 1910 fue ordenado sacerdote a la edad de 24 años. Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, de un sentimiento de soledad interior y de que sólo con Dios podía realmente conversar, quienes lo conocieron se extrañan cuando se les pregunta si era alguien excepcionalmente piadoso, ya que, según ellos era un joven común, que hacía lo que cualquier otro haría.

José tenía una muy arraigada vocación pedagógica, la que comenzó a ejercer con fuerza cuando en 1912 fue nombrado director espiritual del Seminario Menor de los Palotinos en Vallendar, cerca de Coblenza, donde enseñaba alemán y latín. Fue eso lo que le permitió comenzar a compartir con los jóvenes los ideales y la fe que había cultivado durante su infancia y juventud. Mientras llevaba a cabo esta labor reconoció de que la Iglesia se componía desde hacía un tiempo de reglas y tradiciones, sin embargo ya no constituía un vínculo duradero en la vida y el corazón de las personas. Por esta revelación creó junto a algunos estudiantes una “agrupación misionera”, que en abril de 1914 pasaría a llamarse Congregación Mariana, apoyada en los pilares de la Eucaristía y la Misión y cuyo tema central era la renovación de la Fe Católica a través de la contemplación en la vida antes que desde un punto de vista teórico.

Para reunirse pidió autorización de utilizar la antigua capilla del cementerio del medieval monasterio agustino de Schönstatt, la que a lo largo de los siglos había sido destruida, reconstruida, abandonada, e incluso utilizada para guardar herramientas de jardinería. Fue en esa capillita donde del 18 de octubre de 1914 se reunió con los jóvenes de la Congregación Mariana para sellar una Alianza de Amor con la Madre de Dios y traer de regreso y con armonía a la vida cotidiana la Fe Cristiana.